Querétaro
Bajo el cielo de Querétaro se escribe una historia…
Esta ciudad nace bajo el amparo de la leyenda. Su fundación se ha manejado tradicionalmente como una obra del Poder Divino, como un milagro, y que bueno que así sea, pues esto le da un sabor mágico a nuestra Muy Noble y Leal Ciudad.
Después de la conquista de la Gran Tenochtitlan un indio otomí llamado Conín o Conni, que significa ruido, oriundo de Nopala, pochtécatl, o sea, comerciante itinerante, quien desde tiempo atrás había traficado con los salvajes chichimecas, decidió emigrar juntamente con treinta familias, lejos del dominio español evitando así el vasallaje y al mismo tiempo para poder practicar libremente el culto a sus dioses.
Estableció el primer asentamiento por estas tierras y que por estar ubicado en una gran cañada, al oriente de esta ciudad, en cuyas laderas hay bancos de cantera, le llamó Andamaxei (Término que en ñahñu significa: el mayor juego de pelota).
Conín, por su trato afable, por su generosidad y carisma, poco a poco atrajo a los chichimecas y a nuevas familias otomíes a ese lugar, multiplicando sus habitantes. Su fama llegó a San Francisco de Acámbaro por lo cual el encomendero de esa región don Hernán Pérez de Bocanegra vino a entablar pláticas con él, logrando que aceptara el vasallaje a los españoles y el bautismo, tomando en el sacramento el nombre de Hernando de Tapia, también conocido como Fernando.
Entre las condiciones que pusieron los chichimecas para someterse al yugo español, fue que se hiciera un simulacro de lucha en la que no se utilizarían armas, sino la fuerza y la destreza física.
Al alba del día martes 25 de Julio de 1531 se avistaron los dos ejércitos. El de los conquistadores formado por indios otomíes y Purépechas, comandado por don Nicolás de San Luis Montañez y don Fernando de Tapia, y el ejército chichimeca por sus capitanes don Lobo y don Coyote. Trabóse la batalla, en la cual depuestas las armas conforme a lo pactado, los hombres deberían de desgarrarse cuerpo a cuerpo, usando únicamente la fuerza de sus puños y de sus brazos. Resonaban las cajas y los clarines, y disparaban los que quedaron a la vista, a carga cerrada los fusiles, a lo alto, y con la polvareda que levantan los pies de los combatientes, el humo de la pólvora, y las flechas disparadas al viento, y un eclipse de sol que parece haber sobrevenido en ese punto, se oscureció el día de tal manera que se hicieron visibles las estrellas, y la lucha se prolongó sin que uno ni otro bando se rindiera, hasta que aparecieron en lo alto del cielo, una cruz luminosa y el apóstol Santiago sobre brioso corcel. Ante este prodigio cesó la porfiada refriega y el hecho milagroso causó reverente admiración a los gentiles, quienes abrazaron gustosos la luz del Evangelio. La sangre bañó las rocas de aquel montecillo que desde entonces tomo el nombre de la Loma del Sangremal. Así se tomo posesión de este sitio en nombre de la Majestad Católica, dándosele el nombre de QUERÉNDARO que después se españolizó como QUERÉTARO, que en Purépecha significa lugar de peñas.
Fue hasta 1537 cuando le fue concedida, por el rey Felipe III, a Querétaro la categoría de PUEBLO; en 1606 de VILLA. El primero de junio de 1654 se le dio el título de nombre y merced de MUY NOBLE Y LEAL CIUDAD, título aprobado y confirmado por Cédula Real, con el timbre de armas, otorgada por el rey Felipe V, el 29 de Septiembre de 1712; siendo nombrada también como la TERCER CIUDAD DEL REINO.
Se afirma que el 25 de Julio de 1531, se fundó la ciudad de Santiago de Querétaro como «Pueblo de Indios» que confirmó una merced de tierras fechada dos años más tarde, mediante la cual el rey Carlos V otorgó a los caciques indígenas las tierras en las que luego prosperó el pueblo de Querétaro.
Su arquitectura del siglo XVII se refleja en la riqueza de sus Iglesias y Casonas del Centro Histórico, haciéndola acreedora al nombramiento por la UNESCO de Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad el 5 de diciembre de 1996.
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